Descripción
realista.
Hoy en el pequeño barrio de San Lorenzo, en una pequeña
provincia española, se producirá un gran espectáculo.
El descampado que
normalmente recibe el uso de aparcamiento de las empresas cercanas, este fin de
semana va a tener un uso diferente. En el centro de toda la tierra se encuentra
la enorme y colorida carpa. Las franjas lilas y amarillas destacan aun más
gracias a los focos que van de un lado para otro, iluminándola.
La taquilla está
abarrotada de gente de todo tipo; niños dando saltos de pura emoción e
impaciencia, padres que los miran con ternura e incluso ancianos dispuestos a
pasar un rato agradable disfrutando del espectáculo.
La taquillera, la
típica anciana amargada que parece haberse comido un cesto de limones, reparte
las entradas y recoge el dinero con desgana.
Adentrándonos en
la carpa podemos observar que esta, por dentro, es mucho más grande de lo que
aparenta. En el medio está colocada la gran pista de arena que hace la función
de escenario y, rodeándolo, están las gradas de metal. En la parte más alta de
la carpa se encuentran los trapecios perfectamente preparados para el
espectáculo. En los asientos más cercanos a la salida, se encuentran la gran
mayoría de los artistas circenses como los payasos, los cuales terminan de
maquillarse correctamente, los acróbatas que repasan las partes de suelo de su
coreografía o el presentador, el cual lucha con su pajarita, que no cede.
A unos cuantos
metros encontramos al domador de las bestias alimentando a los tigres para
prevenir que se produzca algún accidente indeseado durante el espectáculo.
El público empieza
a adentrarse y coger asiento en medio del griterío de los niños. A la hora
señalada los focos se apagan, todos excepto uno, que enfoca al presentador en
el centro del escenario y, a oscuras, el público, listo para disfrutar de la
función.
Lara Muñoz 4ºA